A través de la ficción en el cine es como la mayoría de las personas nos enteramos de la educación con tecnología. Cuando las películas están fielmente asesoradas sobre los avances tecnológicos nos permiten vislumbrar lo que pocos años después podremos tener en nuestras manos.
Suelen ser las películas de acción, sobre todo las referidas al espionaje y el combate, las que nos hablan ya no tanto del progreso armamentístico; sino principalmente del desarrollo de las comunicaciones. Fue en una película cuando vimos por primera vez a varias personas sosteniendo una videollamada, por atender a un ejemplo hoy ordinario.
La virtualidad – estar sin estar – es el rasgo más importante de la comunicación actual. Y por medio de ella es como se comparte el conocimiento, se intercambian opiniones, y se comparan experiencias. Comunicación es sinónimo, en este sentido, de educación.
Debido a los recientes fenómenos que nos obligan a permanecer separados aún cuando vivimos en una misma ciudad, la necesidad de sostener una comunicación virtual nos ha impuesto retos no sólo técnicos sino también personales. Las instituciones educativas han enfrentado este desafío a una macroescala.
Aunque la enseñanza en línea existía antes de la pandemia en algunas universidades de nuestro país, el reto fue, de un día para otro, seguir otorgando educación. Incluso a aquellos que no contaban con un dispositivo ni una señal para conectarse a internet.
Brecha generacional frente a la educación con tecnología
No cabe duda de que una ventaja enorme en este cambio de medios ha sido la predisposición casi natural de las nuevas generaciones hacia el mundo digital. La intuición con la que infantes en edad prelingüística manipulan teléfonos celulares, tablets, computadoras, y cualquier dispositivo de interfaz táctil es sorprendente.
Sin embargo no podemos negar que para la gran mayoría de la población adulta – de los treinta o cuarenta años de edad en adelante – no cuentan con esta “conexión tecnológica” de forma tan natural. La diferencia entre ambos grupos podría identificarse como una brecha generacional que sólo se puede salvar – de parte de los adultos hacia la tecnología- con disposición para aprender y practicar.
Afortunadamente ha habido esta disposición: los trabajadores de oficina y los maestros se han esforzado por mantenerse al día, conectados. Las habilidades requeridas para la nueva interacción, pues, o se tienen casi desde niño, o las han adquirido quienes no las poseían.
Brecha social
Nos queda un único problema, sobretodo referido a la educación y en especial a la pública: el acceso a internet. Esta desventaja es una más de las que podemos asociar a la desigualdad. Ahora no sólo nos preocupa la población sin agua potable, drenaje, o luz eléctrica. Ahora, también nos afecta el rezago debido a la falta de acceso a internet.
En este sentido no cabe duda de que los obstáculos a vencer son políticos y económicos. La paradoja no es fácil de resolver, pues a menudo la respuesta se encuentra en la educación, una educación que para algunos hoy parece inalcanzable, inaccesible.
El trabajo diario y el respeto de la diversidad son los valores que debemos alimentar los ciudadanos para contribuir con la desaparición de las brechas sociales. Te recomendamos nuestro blog para conocer más sobre la educación con tecnología.